"...No puedes ser neutral en un tren en movimiento. Eso es el mundo y ya se está moviendo en ciertas direcciones, muchas de ellas aterradoras. Los niños están hambrientos, la gente se está muriendo en las guerras. Ser neutral ante tal situación es colaborar con todo este drama..." Howard Zinn

viernes, 14 de octubre de 2011

Las miradas que el burka esconde

La Generalitat de Catalunya se plantea prohibir el burka y el niqab en las calles, ley que, de ser aprobada, entraría en vigor a finales del 2012 o principios del 2013. La justificación de la misma estriba, según el  consejero de Interior, Felip Puig, en velar por la seguridad pública. El mismo que, en nombre de la seguridad ciudadana y la higiene, ordenó el desalojo de los miembros del  15M acampados  en la Plaza de Catalunya en Barcelona en el que se contabilizaron más de 120 heridos.
Otras voces, como es la de la vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, apoyan la iniciativa amparándose en la defensa de la dignidad de la mujer, víctima de un trato discriminatorio que, tras su velo, observa las miradas de un incomprensivo y punitivo Occidente.
Entendiendo el acto legislativo como fruto de una demanda social, estaríamos ante una decisión política injustificada teniendo en cuenta el limitado uso que, en nuestro país, tienen este tipo de prendas. Y si a este hecho añadimos el escaso efecto que este tipo de sanciones tienen, sobretodo si no van acompañadas de otras medidas pedagógicas y de diálogo social, entonces nos hallamos ante una iniciativa que despierta la duda y el debate sobre lo que realmente esconde. María Cilleros, miembro de la asociación ASHDA que trabaja en Afganistán en defensa de la situación de la mujer, refuerza esta posición argumentando la necesidad de invertir en educación feminista y en valores de respeto y no limitarse a una simple prohibición.
Castigar a las víctimas en nombre de la libertad
Me parece oportuno aclarar que no apoyar la prohibición del velo integral, a pesar de tratarse  de una prenda que, no sólo resulta físicamente incómoda, sino que a su vez es un claro símbolo de una situación de subordinación para quién la lleva, no significa, necesariamente,  situarse a su favor.
Pero no por ello su prohibición resulta la medida óptima, ni siquiera bajo la bandera de la defensa de los derechos humanos de un colectivo oprimido ya que nunca es solución para la víctima ser objeto directo del castigo y la sanción mientras opresor sigue libre de pecado y de continuar la represión en otros escenarios fuera de los ojos de la justicia pública.
A su vez, no es difícil prever las consecuencias que este tipo de decisiones políticas, en las que un colectivo queda directamente señalado, acarrean en una sociedad que continuamente da muestras de sus dificultades de convivencia con las poblaciones inmigrantes. Me refiero a un crecimiento de la xenofobia en general y, en este caso concreto, de una islamofobia, que desde el 11S neoyorquino y el 11M en Madrid, se ha visto incrementado de forma evidente. Discurso éste defendido por la Junta Islámica Catalana que en palabras de su presidente Abdennur Prado nos advierte del grave peligro que se corre  “al incluir en la agenda política un tema de la extrema derecha que favorece discursos salafistas y fundamentalistas”.



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